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Everything Will Be Forgotten / Season of Mists
[Todo será olvidado / Estación de las nieblas]
Manifiesto

Frank Rodick


La mejor forma que encuentro para hablar sobre este trabajo es comenzar relatando algo acerca de una serie de imágenes que hice anteriormente. Esa serie comenzó con la muerte de mi madre, en 2010, luego de una larga y terrible enfermedad. Poco después, encontré un conjunto de fotografías antiguas en un álbum desgastado que mis padres habían guardado durante décadas –pequeñas impresiones tamaño pasaporte de mi madre cuando era joven–. Usando estas fotografías como un origen, construí un conjunto de imágenes que pensé que podrían decir algo sobre su vida y su muerte, ambas a menudo demasiado difíciles, incluso tortuosas.

Lo que sucedió es evidente, en retrospectiva, y fue que esas imágenes dijeron tanto sobre mí como sobre ella. Pude ver esas imágenes (creadas entre 2012 y 2014) como una memoria visual compartida de mi madre, de mí, ambos cosidos en esa triste y desgarradora manera que nunca abandonamos.

Pero nunca había hecho lo que formalmente se podría llamar un autorretrato. Tal vez fueron esas fotografías que hice de mi madre las que me indicaron que era el momento. Tal vez fue esa sombra persistente que provoca la muerte de los padres y que anuncia el evento seminal de que sos el siguiente. Esa última muerte de los padres subraya muchas cosas: nuestra soledad, nuestra mortalidad, nuestra libertad.

Mi mente ya estaba vagando a través del tiempo. Volví a los viejos álbumes. Encontré más fotos antiguas: pequeñas instantáneas golpeadas, en blanco y negro, de mí cuando era un niño, de pie en una bañera. Mi padre, su escritura a mano en el reverso de las imágenes, las había tomado décadas atrás.

Las fotografías donde soy un niño de tres años, de pie, desnudo en un baño, estimularon una serie de cavilaciones y exploraciones en otros territorios psíquicos, aquellos esparcidos a través de la condensada noche de los tiempos y la memoria. Traté de recordar qué había pasado en esos primeros días, aquellas cosas dentadas que suceden en la vida secreta de las familias. Esas cosas, esos acontecimientos, volvieron a surgir como explosiones ocasionales, pero sobre todo como cosas que simplemente, bueno, sucedieron... primero durante segundos y minutos, y luego durante años. Pero lo que parece más importante, sobre todo ahora, es que aquellas cosas nunca se fueron. Se quedaron... en forma de sombras profundas y largas, murmullos incesantes, gritos silenciosos ocasionales de voces que apenas puedo distinguir.

Mirar aquellas primeras fotografías me llevó a un lugar que debería haber sido insoportable, pero, como casi todos esos lugares, no lo era. Ni entonces, ni ahora. Supe que podía utilizar esas pequeñas fotos de un niño en un baño. Sabía que podía transformar esas viejas fotos en algo que daría a ese cuerpo, mi frágil cuerpo de niño, una voz para la manifestación de secretos violentos, erupciones de la emoción, intemperancia, sombras y gritos.

A partir de ese proceso llegaron las imágenes que ahora llamo Todo será olvidado. Estas me llevaron a una nueva contemplación, esta vez del hombre en que me había convertido. Las imágenes de Todo será olvidado me sorprendieron por su violencia. Pero también me recuerdan –como un nítido golpe en la cara– que no importa lo que haya cambiado, ciertas cosas no cambian. Me recuerdan que ser humano es soportar los temores y el caos, grandes y pequeños, incluso los de hace mucho tiempo. Que ser humano es ser un almacén oscuro y corpóreo de una memoria en murmullo que nunca se detiene. Que, hasta el final, el niño se mantendrá firme en el interior del hombre.

De ahí surgieron más imágenes –autorretratos titulados colectivamente Estación de las nieblas, por el poema de Keats–. Ellas muestran cómo soy ahora, lo que llaman “un adulto” viviendo en el presente pero, al igual que todos, asumiendo el pasado. La espera de lo inevitable es lo que sigue, del mismo modo que el otoño espera el invierno.

Frank Rodick, 2015